Lo mejor está por llegar. Más, ¿qué es lo mejor?
Quizás nos hemos acostumbrado tanto a que la sonrisa, la alegría y lo positivo es más aceptable o «mejor», que buscamos permanecer ahí, como quien se vuelve adicto a las emociones y busca controlar sus estados de ánimo.
Controlar lleva a la obsesión y a chequear continuamente para cambiar las cosas. Más cambiar lo externo no traerá paz, porque es el proyector (nuestra mente con sus juicios) el que provoca que lo de afuera nos afecte.
Cuando no estoy en paz, es porque algún acontecimiento me trae una información que debo conocer para ir a esa causa y poder trabajar en ella, poder entender qué me pasa y donde necesito poner Amor.
Pero si siempre pongo el foco en el exterior: lo que hace la gente, lo que dicen los políticos, el clima, la falta de dinero, no me responsabilizo de mi papel para decidir sobre mi paz mental.
Si encasillo todo en la vida en las columnas de bueno y malo, estoy en el pasado, no vivo aquí y ahora. Estoy fuera de mi Ser porque catalogo y opino basándome en conocimientos previos.
Cuando trabajo con niños y quiero que sientan lo que es la atención plena, por ejemplo, comiendo, les invito a convertirse en astronautas que aterrizan en un nuevo planeta y prueban un alimento por primera vez.
Si tú amaneces cada día con esta mente de principiante, dispuesto a conocer el mundo por primera vez, poniendo tu atención en él pero no para enjuiciar sino para comprender, tu vida cambiará, y con ella lo que te rodea.
Pero incluso si tu mundo no cambia, tú podrás ir aprendiendo a elegir la paz mental, pase lo que pase afuera.
Lo mejor está por venir significa que, quizás no sea aquello que catalogas como fantástico, quizás no sea tu ansiada prosperidad económica o tu trabajo ideal. Pero sí será aquello que te ayude a poner claridad en la senda hacia tu interior, para ver la luz que hay en ti y que también es la que verás en los demás.
Podrás mirarles de frente y no por encima, ni desde abajo. Podrás descubrir que no hay otro, sino tú.