Entrenar la mente no tiene que ver con dominarla o controlarla. Cuando intentamos controlar algo es porque existe un miedo a dejarlo fluir. Si tienes miedo de lo que tu mente genera, es precisamente ese miedo el que tiene poder sobre ti. Paradójicamente, intentas controlar algo que ya te está controlando a ti.
Cuando nuestra mente egótica toma el mando, nos lleva a actuar desde esos estados de represión para evitar pensar y, por consiguiente, sentir. El deseo de dominar la mente, casi siempre se corresponde con un miedo a sentir determinadas emociones. Por eso, si evito pensar en algo que me remueve, creo que evitaré sentimientos incómodos. Este recurso puede ser eficaz momentáneamente, pero a la larga, aquello a lo que te resistes, persiste.
Entrenar la mente consiste en alcanzar un estado de alerta tal, que no necesites acallar tu ruido mental, sino tomar conciencia del mismo y usarlo en tu favor. ¿Cómo? Aprendiendo a detectar lo que te muestra cada situación. Considerando todas las circunstancias como oportunidades para elegir, una y otra vez, a qué parte de tu mente quieres escuchar. Cada vez que escoges el camino de tu maestro interno, estás entrenando a tu mente para tomar ese sendero de manera más fácil.
Nuestro ego seguirá haciendo de pinche tirano, pero ya no nos creeremos todo lo que nos cuenta; incluso nos reiremos de sus ideas absurdas y descabelladas, sabiendo que sólo son señales para encontrar nuestros miedos, admitirlos y trascenderlos.