Hoy os quiero compartir uno de los capítulos del libro que estoy escribiendo. Narra las aventuras de una Entrenadora, que conoce a otra mujer y resulta ser su gran Maestra. Está escrita en tono de humor y la decisión de compartir este fragmento es para dar a conocer mi proyecto y recoger también vuestras opiniones. Gracias por leerme.
El fin de semana pasó sin pena ni gloria. El domingo conseguí liar dos cigarrillos al estilo perrofláutico y fumármelos mientras veía una película acurrucada. Fue un día gris de sofá y manta, así que solo me moví de casa para tomar el café de Juana y leer el periódico en la playa.
El lunes, en cambio, prometía bastante. Mi jefe me había dicho que comenzaría con los entrenamientos personales, así que una nueva puerta se abría ante mí para evolucionar laboralmente.
A la hora del almuerzo, Rosa, la chica que se encargaba de atender a los clientes, me llamó para enseñarme a mi primera víctima. Se trataba de la señora Kumiku. Ambas miramos con detenimiento su foto en la pantalla del ordenador.
— ¿De dónde es? , pregunté.
— Será china, ¿no? Con ese nombre, seguro que asturiana no es.
Yo siempre había tenido muchas dificultades para identificar la procedencia de las personas con ojos rasgados y me parecía que reducir todo a que fueran chinos no era muy profesional , así que empecé a pensar en países alternativos. Solo se me ocurrían China y Japón, así que saqué el móvil y busqué en google: “de dónde proceden las personas con rasgos orientales?” Había muchos países así que me decidí por Corea.
— Eso es, le preguntaré si es coreana, para que vea que soy una persona de mundo- me dije mientras abría el táper de macarrones integrales.
Siempre descansaba a la hora de comer, y en verano prefería llevarme la comida al trabajo porque así podría disfrutar de la playa, que estaba muy cerca. A veces me acompañaba mi prima y celebrábamos el ritual de la cerveza con aceitunas en el bar de Juana.
— Y, ¿cómo dices que se llama? ¿Pumuki*?
— Kumiku, no seas idiota.
— Bueno, si es china no se va a enterar de nada. Si se rompe las rodillas con las sentadillas tú di que no te entendió.
— No es china, es coreana.
— Ahí va la Cher. – Y así, cambió de conversación.
La Cher era como la Community Manager del gimnasio, a parte de ser divina de la muerte. Siempre sabíamos cuántos kilómetros corría y el tiempo que empleaba, porque colgaba todas sus gestas en las redes sociales. “Este finde carrerita al sol”. Entonces aparecía tirándose una botella de agua por la cabeza y nominando a gente para que hicieran lo mismo.
No sabíamos cómo, pero la Cher se había convertido en una especie de portavoz en el gimnasio, aunque nosotras la mirábamos como si fuese uno de los espectadores que tocan a los ciclistas en los grandes puertos. O como a un espontáneo saltando al campo de fútbol. Vamos, que era una flipada.
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De vuelta al trabajo, me encontré a mi jefe con una carpetita en la mano y aires rigurosos. Él era buena persona pero acostumbraba a leer artículos por Internet sin comprobar su veracidad. Entonces se entusiasmaba inventando actividades sin sentido y me costaba mucho disuadirle de llevarlas a cabo. A parte de eso, le gustaba la organización y llevar todo al día, lo que facilitaba el trabajo.
— Mira, estos son los papeles de la protección de datos para la señora Kumiku. A las 5 ven a recogerla aquí en recepción para hacerle la entrevista. En dos días comienzas las sesiones con ella.
Yo me imaginaba a la señora Kumiku respondiéndome con un español poco comprensible, en plan: si, sel coleana. Así que me armé de paciencia porque supuse que nos costaría comunicarnos con fluidez. A las 5 en punto, divisé la recepción y una mujer asiática, bajita y con cara seria, esperaba mientras leía un tríptico informativo.
— Buenas tardes, señora Kumiku, soy Sara, su entrenadora personal, ¿me acompaña?
La mujer me miró asintiendo y dejó el tríptico donde lo había cogido, dispuesta a seguirme. Entramos en la salita donde teníamos una mesa con sillas y comencé la entrevista para conocerla un poco mejor.
Cosas de la inmadurez, mi primera pregunta para romper el hielo no pareció generarle entusiasmo.
— ¿Es usted coreana?
— No, soy china.
— Ah
No podía centrarme en el resto de preguntas. En mi mente sólo oía: soy china, soy china, soy china. Pensé que debía haber buscado su nombre en Internet, pero eso tampoco creo que hubiera funcionado, pues lo hice a posteriori y su apellido aparecía como de origen japonés. Le habría preguntado muy convencida si era japonesa y creo que podría haber sido incluso peor.
La señora Kumiku pronunciaba muy bien el español y su dicción era casi perfecta, nada que ver con lo que yo había pensado previamente. Y como también me la había imaginado de dependienta en una tienda china, ¡ahora solo faltaba que hubiera sido gimnasta olímpica!
A mí me ha gustado Carol, y me ha mantenido expectante todo el extracto y con ganas de seguir leyendo. Transmites un humor sencillo que me ha gustado y me he quedado con ganas de leer más. Enhorabuena por tu proyecto. Espero disfrutes mucho con él y veas recompensado tu trabajo. Seguro será así, porque sé que lo harás con pasion, amor, entrega y profesionalidad, y «eso que tienes tú» que te hace crecer sin parar. A mí no me cabe duda que parte de ello es tu enorme generosidad. Un fuerte abrazo.
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