Uno de los conceptos que más me atrae y enamora de Un Curso de Milagros, es el papel que se le otorga a la mente. Si tuviera que explicarlo con mis propias palabras, la definiría como una energía universal de la cual procedemos y a la cual todos tenemos idéntico acceso.

Esta idea pone de manifiesto que todos compartimos las mismas habilidades, y establece una clara diferenciación con lo que en el mundo tradicionalmente se ha entendido por mente: un órgano aislado y ubicado en una región corporal concreta, con una capacidad cognitiva que se puede medir.

Afortunadamente, esa misma concepción se ha ido modificando y se ha admitido que esta capacidad no es inmutable, pero aún estamos lejos de entender, en toda su inmensidad, la capacidad creadora de nuestra mente recta o Ser.

Aquí en el mundo nacemos con unos rasgos que se van reafirmando a través de la experiencia y llegamos a creer que somos ese personaje; nos apegamos al mismo y olvidamos que existe otra parte a la que podemos acudir para inspirarnos. El ego limita y acota nuestros movimientos a través de un control exhaustivo, manteniéndonos ocupados y preocupados para que no recordemos nuestra parte creativa y luminosa.

Es por ello que uno de nuestros retos es precisamente reconocer, a través de una inquietud y búsqueda constantes, el lugar del cual procedemos.

Simbólicamente se trata de destronar a la mente farsante (ego) y encontrar en la Mente Universal nuestra única patria, nuestro hogar verdadero.

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